En este momento estoy en Stratford a pocos minutos de Londres, Inglaterra. Me hospedé en un hotel de una reconocida cadena internacional, al viajar busco estar en lugares que me generen más seguridad que confort. Muy probablemente esto se debe a que, viviendo en El Salvador y en Guatemala, mi padre se encargó de protegernos a mis hermanos y a mí de manera extrema por la violencia que ha habido en esos países desde siempre. Países que, no obstante, la violencia que en carne propia he sufrido, amo por todo lo bueno que tienen, todo lo hermoso que son y la gran mayoría de su gente que hace que no queramos irnos de allí.
Desde un reducto guerrillero encontrado y bombardeado en la casa vecina a la que vivíamos en una bella y “privilegiada” zona residencial en Guatemala, robos a mano armada, amenazas de muerte que obligaron a mi padre a ponernos a toda su familia bajo una intensa seguridad que involucraba guardaespaldas y carros blindados, hasta ya en mi vida adulta un asalto a mano armada que se convirtió en secuestro en el que a mi esposo y a mí nos retuvieron profanando nuestra integridad.
¡Si!, todas son cosas que no deberían haber sucedido.
Pero bien, ahora no estoy en Centro América, “no estoy en el tercer mundo”, estoy en el Reino Unido… adonde hasta el enchufe de electricidad que necesito para cargar mi computadora, es diferente al del resto del mundo. Adonde acá es UK y allá es Europa. Pero al final un país con una historia igual de violenta o más que muchos. Pero lo que escribo no tiene nada que ver con este maravilloso país o reino… tiene que ver con cosas que no debieron suceder.
Después de tres días de estar acá privándome de salir de mi hotel a ver las maravillas culturales que hay a mi alrededor por estar preparándome para un lunes intenso de trabajo y estudios, resulta que me robaron… ¡SI! me dejaron sin la posibilidad de poder comprar alimentos, contratar transporte y cualquier otra cosa básica que requiere dinero.
Estaba trabajando en mi habitación cuando la batería de mi computadora empezó a perder energía, lo que me hizo bajar al lobby del hotel a buscar un enchufe europeo porque solo este tipo de adaptador tengo, en mi cuarto solo hay tomacorriente inglés. Me acomodé en una de las mesas frente a la recepción y conecté mi computadora para seguir trabajando. Las horas pasaron sin darme cuenta, el estómago fue el que me reclamo el almuerzo varias horas después de lo debido. Realmente estaba embebida en mi trabajo, escribiendo y leyendo. Repentinamente una persona vestida de pies a cabeza con una túnica negra llegó detrás mío justamente donde estaba mi cartera y conectada mi computadora. Pretendía ver unos libros que allí estaban. La alerta roja se encendió en todo mi ser, ¿porque se acercaba así habiendo libros en todas las mesas del lobby? ¿Por qué estando el lobby vacío busca acercarse al único lugar adonde hay una persona? Voltee a verla e inmediatamente se movió alejándose lentamente.
En la noche al subir a mi cuarto, empecé a arreglar mis cosas para la jornada intensa que me esperaba al amanecer. ¡Sorpresa! mi billetera no estaba. Me había quedado sin tarjetas de crédito, sin licencia, sin efectivo. Sin dinero para poder movilizarme a los sitios que debía, sin dinero para comer.
Si la billetera la sacó de mi bolsa aquella persona vestida de negro o la tomó otra persona en mi habitación, no lo sé, no puedo señalar a nadie. Se lo que sentí y sigo sintiendo, inseguridad, temor, tristeza profunda porque siguen sucediendo cosas que no deberían suceder. No importa el lugar, no importa la ubicación, no importa la hora.
Esto no debió haber sucedido, pero sucedió, ¿Por qué? Me parece que los seres humanos seguimos irrespetándonos y poco interesa entender lo que es el respeto. Pasando unos sobre otros, viendo solo el interés propio. Se nos olvido el significado de la consideración por el desconocido, por el anciano, por el niño, por la mujer embarazada… Se nos olvidó el respeto por nuestros padres; se nos olvidó el valor de la familia. ¿En que nos estamos convirtiendo?
Tenemos el potencial de la inteligencia para construir, la mayoría de los seres humanos somos personas buenas, no permitamos que esta epidemia de irrespeto nos contamine. Pongámonos cuanto antes el antídoto. “Trata a cada persona como deseas ser tratado”.
Todo esto que no debió suceder, sucedió, pero algo me queda totalmente claro, SIEMPRE hay gente bella que te ayuda. Hacer el bien te regresa de formas increíbles.
Gracias a cada uno de ustedes que en este pequeño percance han sido tan solidarios conmigo. ¡Los buenos somos más, pasemos el antídoto!